viernes, 26 de febrero de 2010

Muerte del guerrero

Muerto el guerrero
perdida la batalla
recogieron el escudo y las armas
dispersos por el campo
mientras lavaba el cadáver
lloró su pérdida
y maldijo a los dioses
que le habían abandonado
recordó el olor juvenil de sus brazos
la rudeza de la voz en la batalla
la ferocidad del guerrero
no traspasaba el umbral de la casa
retiró el amuleto de bronce de su cuello
escupió en un paño
limpió la sangre incrustada
de nada había servido la serpiente
que coronaba el casco
Astarté, la diosa madre,
le había abandonado
vino el sacerdote
ungió el cadáver
todo estaba dispuesto, le dijo
las angarillas de madera y el lino
pensó en su tálamo
como una travesía de desierto
perfumó su cuerpo todavía
con aceite de sándalo
miró su rostro, frío, ajeno
era obscena la muerte
indefenso, sin hálito
a la mirada de los vivos
el enemigo no debe saber nuestro dolor
avanzó hacia las armas
bruñidas, casi intactas
y envolvió la daga, las flechas, el arco
recogidos en el campo de batalla
ocultó en un cántaro
higos, nueces y bellotas
algunas monedas
pan, queso y frutas
y el dios tutelar
que nada hizo
el camino de la muerte era largo
no exento de daños
los amigos vinieron
vistieron su cabeza de laurel
alabaron la fuerza del guerrero en la batalla
el escudo cubrió otra vez su cuerpo
pero él no caminó
salió
las manos sobre el pecho
dispuesto a la batalla de la muerte
al largo tránsito
****
si vinieran las huestes
y estuvieran ya próximos
los golpes de los cascos
los relinchos
y tus oídos oyeran
fustigar como bestias
los lomos del caballo
si agazapado, supieras ya
del golpe mortal de la lanza
del incendio voraz de todo lo que hiciste
del fulgor del acero en el aire
si supieras que están ya ahí
sal de la guarida
levanta el rostro y mira altivo
al jinete que avanza
muestra en tus ojos
que nunca calmará su sed
de destrucción
que está atado por siempre al gesto de la espada.



EMILIA OLIVA
(Malpartida de Plasencia, Cáceres, 1957)
Su poemario (Re)fracciones (1997) fue galardonado con el primer premio de poesía Ciudad de Zaragoza. Ha publicado ensayos, cuentos y poemas en diferentes revistas y ha sido incluida en antologías de cuentos, poesía y poesía visual y experimental. Los Ecos y las sombras. Música para un instante antes de morir (Alcancía, 2007) es su último poemario publicado. Desde finales de 2007 es editora de la revista digital En Sentido Figurado. Imparte talleres de poesía experimental y microrrelatos.

viernes, 19 de febrero de 2010

Desafío

No todos los recuerdos están hechos de imágenes, ni todas las imágenes tienen sólo colores y sombras.
Hay bastantes recuerdos que se huelen y muchas imágenes llenas de olores y sensaciones.

Manga Ancha quiere oler Rusia y muchos otros lugares. ¿Algún olor para compartir?

jueves, 18 de febrero de 2010

martes, 9 de febrero de 2010

Y éste el olor a Rusia en portugués

O cheiro da Rússia

Quando era pequeno, adorava tudo o que cheirava a Rússia. Nunca, em toda a minha curta vida, tinha visto nada que se parecesse com um russo nem fazia a mais remota ideia de como seria esse país, nem os aromas que se podiam esconder pelas suas ruas ou nas suas casas e, realmente, custava-me decifrar os códigos que permitissem à imaginação desenhar um mapa mental daquilo que se escondia por detrás da Cortina de Ferro. Mas eu adorava o cheiro que tinha a Rússia . É verdade que dispunha de muitos dados em manuais escolares cujas edições eram renovadas de duas em duas gerações de russos, mas só falavam de história e política e nunca de coisas tão interessantes como os sabores, as formas, as cores, as palavras, os cheiros… e isso, para uma criança, não são dados válidos.
Na verdade, não sei de onde vinha aquela obsessão pela Europa de Leste, pois, curiosamente, também não sabia o que havia mais para o norte da minha terra, nem como era salgado o mar que se perdia ao sul, nem o que se podia encontrar se atravessássemos a fronteira que nos separava de Portugal, um país que, a julgar pelas conversas que tinha ouvido a meus avós, devia estar cheio de café. Nada daquilo me interessava. A minha atenção estava virada para a Rússia e, se fizesse um esforço, conseguia imaginar belas mulheres envoltas em grossos casacos de peles para se resguardarem de um frio que eu imaginava ser imenso. Também podia sonhar com formas de edifícios terminados em pontas de cebola e se parasse um pouco e fechasse os olhos, palavras russas amontoavam-se na minha cabeça, que também sabia dar cor, branco gelado, a umas ruas atapetadas de neve e repletas de aromas.
Nessa altura, a BIC tinha uns marcadores de cor com umas tampinhas que eu achava, literalmente, deliciosas. Um dia descobri que a minha predilecção por roer esses pedaços de plástico tinha um motivo: sabiam a Rússia. Por isso, podia passar horas a chupá-los para tentar gravar no palato os sabores dos czares.
Além disso, perto de minha casa, a Telefónica tinha um posto com umas grades que davam para umas escadas, atrás das quais eu imaginava esconder-se o mecanismo que fazia funcionar os telefones. Todos os dias, ao sair da escola, corria até lá para tentar descobrir a telefonista que me perguntava para que número desejava ligar sempre que eu levantava o auscultador. As escadas
daquele posto pareciam-me mágicas, mas um dia também se tornaram eternas, quando identifiquei na casa ao lado, vindo de trás de uma enorme porta de madeira, aquele cheiro tão característico. “Aqui cheira a Rússia”, pensei. E, desde então, todos os dias eu me detinha ali a cheirar aquele pedacito de fragrância comunista que estava perto de minha casa.
Um ano deixou de fazer frio na minha cidade e deixaram de se fabricar canetas BIC com tampinhas russas. Além disso, a casa ao lado do posto da Telefónica foi demolida para dar lugar a um edifício de apartamentos e, assim, sem referências, aquele cheiro evaporou-se para um recanto da minha memória. Se fizer um esforço, consigo desenhar mentalmente o perfil daquelas formosas mulheres vestidas de peles, ou recordar a ideia que fazia do frio russo, mas infelizmente, a certeza do aroma perdi-a para sempre. A que cheira a Rússia? Já não faço a mínima ideia. Às vezes, iludo-me a mim mesmo e decido que esse cheiro deve ser um misto de humidade e terra molhada depois da chuva. A diferença é que agora sei que se trata de uma sensação pré-fabricada.


DIEGO GONZÁLEZ
(Villanueva de la Serena, Badajoz, 1970)
É autor dos livros de poesía: Mudanças en los bolsillos (2007), Mil formas de hacer la colada (2006, prémio Cidade de Ronda- Poesia) e Línea 2 (2005). Publicou também o romance La importancia de que las abejas bailen (2008, prémio Felipe Trigo do romance curto). Licenciado em Ciências da Informação, trabalhou em diversos meios de comunicação. Actualmente é guionista e produtor de conteúdos audiovisuais.

lunes, 8 de febrero de 2010

Y éste su primer texto


El olor a Rusia

Cuando era pequeño me encantaban las cosas que olían a Rusia. No había visto nada que se asemejara a un ruso en mi corta vida, tampoco tenía la más remota idea de cómo podía ser ese país, ni los aromas que debían esconderse entre sus calles o en sus casas, y realmente me costaba descifrar las claves que permitieran a la imaginación dibujar un mapa en mi cabeza de lo que se escondía tras el Telón de Acero. Pero a mí me encantaba la forma en la que olía Rusia. Es cierto que tenía muchos datos de libros de texto cuyas ediciones se renovaban cada dos generaciones de rusos, pero sólo hablaban de historia y política y nunca de cosas tan interesantes como los sabores, las formas, los colores, las palabras, los olores... y eso, para un niño, no son datos válidos.
No sé realmente a qué venía aquella obsesión con el este europeo, porque, curiosamente, tampoco conocía qué había más al norte de mi tierra, cómo era de salado el mar que se perdía en el sur, o qué podías encontrarte si cruzabas la frontera que nos separaba de Portugal, un país que, por las conversaciones que había escuchado a mis abuelos, debía estar lleno de café. Nada de aquello me interesaba. Mi atención estaba puesta en Rusia y si hacía un esfuerzo conseguía imaginar a bellas mujeres envueltas en gruesos abrigos de pieles para resguardarse de un frío que suponía debía ser inmenso. También podía soñar con formas de edificios terminados en puntas de cebolla y si me detenía y cerraba los ojos las palabras rusas se amontonaban en mi cabeza, que también sabía poner color, blanco helado, a unas calles alfombradas de nieve y repletas de aromas.
Entonces la marca BIC tenía unos rotuladores de colores cubiertos con unos capuchones que me resultaban, literalmente, deliciosos. Un día descubrí que mi afición por morder esos pedazos de plástico tenía una razón: sabían a Rusia. Así que me podía pasar las horas chupándolos para intentar fijar en el paladar los sabores de los zares. Además, cerca de mi casa Telefónica tenía un local que comenzaba con unas rejas que daban paso a unas escaleras tras las que, pensaba, se escondía el mecanismo que hacía funcionar los teléfonos. Todos los días, al salir del colegio, corría hasta aquel lugar para intentar descubrir a la telefonista que me preguntaba a qué número deseaba llamar cada vez que descolgaba el teléfono. Las escaleras de aquel local me parecían mágicas, pero un día también se hicieron eternas, cuando identifiqué en la casa de al lado, tras una enorme puerta de madera, aquel olor tan característico. “Aquí huele a Rusia”, pensé. Y desde entonces, todos los días me detenía a oler ese pedacito de fragancia comunista que estaba junto a mi casa.
Un año dejó de hacer frío en mi ciudad y ya no se fabricaron más rotuladores BIC con capuchones rusos. Además, la casa junto al local de Telefónica fue derribada para construir pisos, por lo que, sin referencias, aquel olor se evaporó en algún lugar de mi memoria. Si hago un esfuerzo consigo dibujar en mi cabeza el perfil de aquellas mujeres hermosas vestidas de piel, o puedo recordar cómo pensaba que debía ser el frío ruso, pero, por desgracia, la certeza del aroma se me perdió para siempre. ¿Cómo huele Rusia? Ya no tengo ni idea. A veces me engaño y decido que ese olor debe ser una mezcla de humedad y tierra mojada después de la lluvia. La diferencia es que ahora sé que se trata de una sensación prefabricada.



DIEGO GONZÁLEZ
(Villanueva de la Serena, Badajoz, 1970)
Es autor de los libros de poesía Mudanzas en los bolsillos (2007), Mil formas de hacer la colada (2006, Premio Ciudad de Ronda de Poesía) y Línea 2 (2005). También ha publicado la novela La importancia de que las abejas bailen (2008, premio Felipe Trigo de novela corta). Licenciado en Ciencias de la Información, ha trabajado en diversos medios de comunicación. En la actualidad es guionista y productor de contenidos audiovisuales.

jueves, 28 de enero de 2010

Y ésta su presentación

(En español)

Va por esos ojos que me leen y estas manos que me tienen.

Y ahora, aquí estoy otra vez, nuevamente triplicada pero no por eso repetida. Soy la misma Manga Ancha de los números anteriores, aunque con nombres nuevos e historias distintas, y en esta ocasión, hasta con una lengua ancestral y viva.
En este número, los mismos mentores de las otras veces les pidieron prestados a unos cuantos escritores algún texto que fuera la recreación de un cuento popular de su país, de una costumbre de su pueblo, de una leyenda que alguna vez hubieran escuchado, de un personaje de su infancia o de un etcétera. Luego, lo mismo que habían hecho con los textos de los números anteriores, hicieron con los nuevos: los leyeron y los releyeron, los voltearon, los comentaron, los mimaron, los discutieron, los vertieron, los triplicaron, volvieron a leerlos duplicados y comparados, a comentarlos, sopesaron, corrigieron, aclararon lecturas diferentes y, finalmente, decidieron enseñar los resultados.
Y aquí aparezco yo, de limpio, ajetreada e ilusionada. Eso sí, estoy muy contenta de que me hayan vestido de sintaxis distintas, de que en mi hombro se acoden alfabetos diferentes, de ser un probador de vestimentas, un espacio pequeñito donde cada cuerpo puede ver su imagen revestida. No falseo ni ofendo, me limito a devolver las mismas sensaciones, los mismos mundos imaginados, con otras letras. Si algo se pierde, es inevitable, y de eso podemos prescindir, sólo las estatuas de antes eran inalterables.
Por último, ya lo intuyen, adoro la fidelidad sin monogamia, estoy abierta a vuestros versos y me pierden tus renglones. Yo, por mi parte, tengo la intención de seguir apareciendo en lechos sucesivos. Eso sí, me haría falta algún cobijo pues me gusta desnudarme por completo y es mucho el frío algunas noches, y hay madrugadas que dejan a los cuerpos tiritando. En caso de que no, seguiré ejerciendo a la intemperie, pues, la verdad, prefiero las letras compartidas aunque sea con el banco.
Ahora, lean, miren y disfruten, lo que sigue fue escrito, dibujado y traducido para ustedes, como mucho amor y este abrazo.


(En portugués)



A esses olhos que me lêem e a essas mãos que me seguram!

Aqui estou eu outra vez, de novo triplicada, mas nem por isso repetida. Sou a mesma Manga Ancha dos números anteriores, embora com novos nomes e histórias diferentes, e, desta vez, até com uma língua ancestral e viva.
Neste número, os mesmos mentores das outras vezes pediram emprestado a uns quantos escritores um texto que fosse a recriação de um conto popular do seu país, de um costume da sua terra, de uma lenda que tivessem ouvido, de uma personagem da infância, ou de outra coisa do género. Depois, procederam com os novos textos da mesma forma que o tinham feito com os anteriores: leram-nos e releram-nos, reviraram-nos, comentaram-nos, acariciaram-nos, discutiram-nos, traduziram-nos, triplicaram-nos, voltaram a lê-los duplicados e comparados, voltaram a comentá-los, avaliaram, corrigiram, clarificaram leituras diferentes e, finalmente, decidiram mostrar os resultados.
E aqui estou eu, pronta, trabalhada e cheia de expectativas. Isso sim, estou muito contente por me terem vestido de diversas sintaxes, por acolher no meu ombro diferentes alfabetos, por deixar experimentar novas roupagens, um espaço pequenino onde cada corpo pode ver a sua imagem revestida.
Não engano nem ofendo, limito-me a devolver, com outras palavras, as mesmas sensações, os mesmos mundos imaginados. É inevitável que algo se perca, isso não nos incomoda, somente as estátuas de outrora eram inalteráveis .
Por último, como já perceberam, adoro a fidelidade sem monogamia, estou aberta aos vossos versos e perco-me nas tuas linhas. Pela minha parte, tenho intenção de abrigo, pois gosto de me desnudar por completo e, em algumas noites, o frio é muito, e há madrugadas que deixam os corpos a tiritar. Caso não seja possível, continuarei activa na intempérie pois, na verdade, prefiro as letras compartilhadas, mesmo que seja com o banco.
Agora, leiam, olhem e desfrutem, o que se segue foi escrito, desenhado e traduzido para vós, com muito amor e este abraço.


(En árabe)

miércoles, 27 de enero de 2010

Manga ancha Nº3

Ya está aquí. Ésta es la portada.